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Intellectual Atheism

¿Por qué creería en propriapros*, o en conejos subatómicos o en algún dios? / Why would I believe in propripraps*, or in subatomic rabbits, or in any god?

¿Por qué creería en propriapros*, o en conejos subatómicos o en algún dios? / Why would I believe in propripraps*, or in subatomic rabbits, or in any god?

* Propriprapo es el nombre que inventé para referirme a las infinitamente pequeñas mentes eternas, característicamente bromistas, que atraviesan las entidades materiales, dando impulso a todas las cosas; son responsables del inicio del tiempo y de la expansión del universo, y se comunican entre sí telepáticamente. Además, su número es infinito. Los propriprapos son una ficción, pero su existencia es tan plausible como la de un dios omnipotente, único, sumamente bueno y omisapiente.

I

Si yo le preguntara a usted si cree que unas lombrices en mi panza controlan mi mente y me hacen decir estas cosas porque planean conquistar el mundo generando caos, seguramente su respuesta no sería que ni sabe si es así, ni sabe si no es así. Su respuesta sería más bien algo como: ¿y por qué iba yo a creer algo así?

Si yo insistiera en preguntar, “¿Bueno, pero lo cree usted?” seguramente la respuesta sería algo como, “no, de ninguna manera, aún conservo mi sensatez.”

Entonces yo preguntaría de nuevo: “¿Pero por qué no? Deme usted sus razones.” Y usted tendría buenos motivos para responder que no necesita razones para no creerlo, porque, de nuevo, no tiene ninguna razón para creerlo. Así de simple. No tenemos que tener razones para no tener todas las creencias que no tenemos.

Pues bien, así de simple es también la cuestión del ateísmo, con la diferencia de que, cuando alguien nos pregunta si creemos en algún dios, ya nos han estado machacando toda la infancia con que dios esto y dios lo otro, por lo que ya no pensamos nuestra respuesta con claridad. Es necesario distanciarse de lo que le han metido a uno en la cabeza de niño para poder juzgar ecuánimemente. Pero eso tiene su dificultad, por supuesto.

Una vez, sin embargo, que uno logra ver con cierto distanciamiento el adoctrinamiento infantil, puede darse cuenta de que, en resumidas cuentas, no hay ninguna razón por la que uno debería creer algo así. En efecto, la respuesta sensata a la pregunta de si uno cree en algún dios es, ¿y por qué iba a creer yo algo así?

Decir que uno no sabe si sí, ni sabe si no, tampoco es aquí una respuesta sensata. El agnóstico, si su respuesta es seria, y no solamente para evitarse discusiones, pierde de vista lo principal, que es precisamente esto: ¿y por qué iba yo a creer algo así? Si uno no tiene razones para creer algo tan increíble, simple y sencillamente no lo cree, y punto. Pero como todo mundo dice creer esas cosas increíbles, al que se le suelen pedir explicaciones es al que se abstiene de creer: al ateo.

El ateísmo no es en primera instancia la consecuencia de negar a algún dios, sino que es consecuencia de una postura tan simple como la que se expresa en la pregunta: ¿y por qué iba yo a creer algo así?, aplicada no solamente al asunto de los dioses, sino a cualquier otro. En realidad, dios es sólo una de las muchas cosas increíbles que un ateo no cree, por la sencilla razón de que no hay por qué creerlas. Es decir, así como no cree en dioses, tampoco cree en propriprapos, ni en sacapuntas interestelares, ni en conejos subatómicos. En cualquiera de esos casos, si uno preguntara por qué no cree en todo eso, la respuesta sensata sería exactamente la misma: ¿y por qué tendría que creer yo en algo así? En resumen, el asunto de los dioses no es tan importante para el ateo. Digamos que el ateo se entera de ser ateo cuando vienen y le preguntan si cree en uno u otro dios.

Ahora, déjeme preguntarle: si nadie a su alrededor le hubiera insistido en el asunto de dios, desde su más tierna infancia, ¿creería usted en su dios? Quizás estaría usted pensando algo como: ¿y por qué iba yo a creer algo así?

II

Por supuesto, en un segundo momento uno puede llegar a tener la creencia de que Dios no existe, esto es, pensar que algo como Dios no existe. De lo primero a lo segundo sólo hace falta un pequeño paso: no tengo razones para creer esto, ¿qué podría considerarse una buena razón para creer algo tan extraordinario?

Supongamos que sucede algo extraordinario: en múltiples ocasiones, una figura humana luminiscente se presenta ante todos los seres humanos al mismo tiempo en todo el mundo, y declara en todos los idiomas ser el único dios verdadero, omnipotente, eterno, omnisapiente. Muchos coincidirán en que se trata del Dios de su propia religión, pero otros podrían pensar que se trata de un demonio, otros que se trata de seres extraterrestres, y algunos quizá que lo que ocurrió fue una alucinación colectiva inducida por medio de nuestros teléfonos celulares (para muchas personas esa voz se parecía demasiado a la de Mark Zuckerberg), o alguna fuerza aún desconocida de la naturaleza. Es decir, habría siempre al menos una hipótesis alternativa tan plausible, o más, como la afirmación de que se trata de “Dios”.

Pues bien, si un suceso tan extraordinario no sería suficiente para demostrar que Dios existe, parece que lo que tenemos actualmente (uno que otro milagro aquí y allá, algunos libros antiguos de carácter mitológico -no consideramos la Ilíada como evidencia de la existencia de Zeus-, y montones de gente haciendo montones de dinero con eso) no alcanza siquiera para sospechar legítimamente que algo como Dios pueda existir. Entre tanto, podemos afirmar que la existencia de algo así es enormemente improbable, lo que nos permite afirmar razonablemente que Dios no existe.

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* Propriprap is the name I invented to refer to the eternal and infinitely small minds, characteristically pranksters, that travel across the material beings, giving impulse to all things; they are responsible for the beginning of time and the expansion of the universe, and they communicate with each other telepathically. Also, the number of them is infinite. The propripraps are a fiction, but their existence is as plausible as the existence of a sole, omniscient, maximally good, and omnipotent god.

I

If I were to ask you if you believe that some worms in my belly control my mind and make me say these things because they plan to conquer the world by generating chaos, surely your answer would not be that you do not know if it is so, nor do you know if it is not so. Your answer would be something more like: and why would I believe something like that?

If I insisted on asking, “Well, but do you believe it?” surely the answer would be something like, “no, no way, I still retain my sanity.”

Then I would ask again: “But why not? Give me your reasons.” And you would have good reasons to answer that you don’t need reasons not to believe it, because, again, you have no reason to believe it. It’s as simple as that.

Well, the question of atheism is also as simple as that, with the difference that, when someone asks us if we believe in any god, we have already been pounded throughout childhood with god this and god that, so we no longer think our answers clearly. It is necessary to distance oneself from what has been drummed into one’s head during childhood in order to be able to fairly judge about it. But that has its difficulty, of course.

Here again, it is not a sensible answer to say that one does not believe it is true nor does not believe it is false either. The agnostic, if his answer is a serious one, and is not only trying to avoid arguments, loses sight of the main thing, which is precisely this: and why would I believe something like that? If one has no reason to believe something so incredible, one simply does not believe it. But since everyone claims to believe such incredible things, the one who is usually asked for explanations is the one who refrains from believing: the atheist.

Atheism is not in principle the consequence of denying any god, but it is the consequence of a position as simple as the one expressed in the question: and why would I believe something like that?, applied not only to the matter of gods, but to any other. In reality, gods are only one of the many incredible things that an atheist does not believe, for the simple reason that there is no reason to believe those things. That is to say: just as an atheist does not believe in gods, neither do they believe in propripraps, nor in interstellar pencil sharpeners, nor in subatomic rabbits. In any of those cases, if one were to be asked why not believe in all that, the sensible answer would be the same: and why should I believe in such a thing? In short, the matter of gods is not so important to the atheist.

Once, however, one manages to look at child indoctrination with some detachment, one may realize that, on balance, there is no reason why one should believe such a thing. Indeed, the sensible answer to the question of whether one believes in any god is: and why would I believe such a thing? It may be said that the atheist learns that she is an atheist when those people come and ask her if her believes in one god or another.

Now, let me ask you: if no one around you had insisted on the matter of god, from your earliest childhood, would you believe in your god? Maybe you would be thinking something like: And why would I believe in something like that?

II

In a second moment one can come to have the belief that God does not exist, that is, to think that something like God does not exist. From the former to the latter, it only takes a small step: I have no reason to believe this, what could be considered a good reason to believe something so extraordinary?

Let us suppose that happens something extraordinary: on multiple occasions, a luminescent human figure appears before all human beings at the same time all over the world, and declares in all languages to be the only true, omnipotent, eternal, omniscient god. Many will agree that it is the God of their own religion, but others might think that it is a demon, others that it is extraterrestrial beings, and some perhaps that what happened was a collective hallucination induced through our cellphones (for many people, that voice sounded too much like Mark Zuckerberg’s), or some force of nature still unknown to us. That is to say: there would always be at least one alternative hypothesis as plausible, or more, as the claim that it is “God”.

Well, if such an extraordinary event would not be enough to prove that God exists, it seems that what we have at present (a few miracles here and there, some old mythological books -we don’t think about the Iliad as evidence of Zeus existence-, and a lot of people making a lot of money with that) is not even enough to legitimately surmise that something like God may exist. In the meantime, we can affirm that the existence of something like this is enormously improbable, which allows us to reasonably affirm that God does not exist.

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Jorge Alfonso Chávez Gallo is a native of the city of Aguascalientes, Mexico. One day he read Borges and knew he had to study philosophy; he also read Descartes and understood that, as long as he remained in this world, he had to do literature. Now he is a full-time professor in the Department of Philosophy at the Universidad Autónoma de Aguascalientes, he has seven dogs and the mania for writing does not go away. ___ Jorge Alfonso Chávez Gallo es oriundo de la ciudad de Aguascalientes, México. Un día leyó a Borges y supo que tenía que estudiar filosofía; leyó también a Descartes y entendió que, mientras siguiera en este mundo, tenía que hacer literatura. Ahora es profesor de tiempo completo en el Departamento de filosofía de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, tiene siete perros y la manía de escribir no se le quita. ___ Jorge's writings: https://scholar.google.es/citations?user=Cg16R-AAAAAJ&hl=es&oi=ao https://editorial.uaa.mx/catalogo.html